Relatos cortos

VIVIR VIVIENDO

Hoy era jueves, salí de casa un poco apurado, por eso no me esperaste para ir a clase, pero bueno, no importa. Al acercarme a la verja del instituto vi a mi pandilla sentada en las gradas. Me acerqué a ellos y les saludé con la cabeza. Gon me devolvió el saludo y me dijo algo que no escuché, pero bueno, no importa. Me quedé de pie. Sonó el timbre y dejaron de copiar los deberes de algún pobre inocente de clase. «Ahora que no está Caleb, nos hemos tenido que buscar a otro que nos haga los deberes, D.» Claro, a rey muerto, rey puesto. ¡Qué importa!

Entramos a clase de los últimos. En nosotros se posaban todas las miradas de las y los alumnos más pequeños. Era increíble lo que podíamos llegar a imponer. Aunque no era con respeto como nos miraban, era con miedo. Desde el “accidente” en el que a Gon “se le fue la mano”, todo el instituto nos teme. Pero bueno, no importa. En clase nos sentamos en la última fila, todos seguidos, en hilera. Gon se sentó conmigo. Teníamos por delante seis largas horas de nada que hacer. En un par de ocasiones, Gon estaba tan aburrido que hizo que le echaran de clase. Tras la segunda vez volvió diciendo: «Al final se le va a echar de menos a Caleb, ya nadie participa en clase.» Era cierto, con nuestra presencia, se instalaba un silencio espectral en el ambiente. Pero a mí no me importaba.

En el recreo nos fuimos a las gradas. Gon mandó a unos de primero que se pusiesen a jugar al fútbol para darle algo de ambientillo al recreo. Ellos obedecieron al momento. Nos sentamos a ver cómo se pasaban la pelota. A veces Gon les gritaba «Pero tira a portería ¡oh!» los demás solo mirábamos…en realidad yo era el único que no participaba en el equipo de animación. Porque no me importaba. Gon me dio con la mano en el hombro.

-Vamos D, estás muy callado.

Me encogí de hombros.

-Paso.

-D, tío, no me jodas.

-Paso.- me puse en pie y Gon me imitó.

-¿A dónde vas? ¿Al funeral?

Me cogió el brazo. Le miré frío.

-Fue la semana pasada.

-Es una pena que no me avisases. Un artista no puede perderse la exposición de su obra.

Me zafé de su mano.

-Pasa de mí.

Me fui a otra parte del patio. Ni siquiera sabía a donde ir, pero a cualquier sitio que no fuese la cancha. Poco después sonó el timbre para entrar de vuelta a clase. Volvimos a sentarnos en los sitios de antes, pero ya no nos dijimos nada. A la salida cada cual se fue por su lado. Por mi parte yo llegué a casa y me senté en el sofá. Mi hermana entró poco después y se quedó mirándome. Iba abrazando el archivador. Negaba con la cabeza.

El viernes volví a salir apurado de casa. Pero no importaba. Llegué al instituto bastante justo de tiempo. Más de la cuenta, incluso para mí. Desde que no venías conmigo, cada día llegaba más justo…Y no me acostumbraba a que no vinieses conmigo. Vi a Gon en las gradas, él también me vio, y ambos pasamos del otro. Entramos a clase entre la marabunta y nos sentamos en el mismo sitio que ayer.

-¿Sigues rayado?

-Pasa de mí.- volví a responderle a Gon.

A diferencia del día anterior, hoy las clases pasaron tensas. Ya no solo se respiraba el miedo que todo el instituto nos tenía, sino además la tensión que había entre Gon y yo. No sé si fue un alivio cuando sonó el timbre para salir al recreo. El profesor no había terminado de hablar, pero Gon ya estaba nervioso por salir y le valió lanzar una mirada para que el profesor diese la clase por finalizada. Yo era solo un mero observador de la escena, si me hubiese importado algo, hubiese rodado los ojos. En cuanto pude escabullirme entre el bullicio, salí al patio. Por supuesto, Gon no podía dejarlo estar, y en cuanto me vio irme a alguna esquina, dijo:

-¿Te vas a llorar como una nenaza por tu amigo muerto?

Me paré en seco. Y mi mente viajó a la semana pasada. Llevaba un tiempo advirtiéndote que te andases con ojo. Que no lo hicieses. Pero tú siempre decías lo mismo: «Vivir con miedo es como no vivir, y yo quiero vivir.» Pese a que no me importaba, me giré.

-Eres un abusón, un busca broncas y un asesino.

-¿Y qué me vas a hacer?

Todo el patio estaba expectante. Nadie perdía detalle. Nadie intentaba evitarlo. Negué con la cabeza.

-Pasar de ti.

Lo peor que le puedes hacer a una persona que busca llamar la atención, es no prestársela. Me di cuenta un poco tarde, cuando su puñetazo ya había llegado a mi cara. Le respondí con otro…Sin buscarlo estábamos sumidos en la batalla de nuestras vidas. Con cada puñetazo nos decíamos todo aquello que nunca nos atrevimos a pronunciar. No importaba nada más.

Ella llegó en el momento justo para evitar que se repitiera la historia de la semana pasada. Nos separó y gritó a voces que llamasen a emergencias. Sentía la sangre por toda mi cara. Aunque me costaba enfocar, llegué a ver la mirada de decepción de mi hermana.

Me llevó a casa y se encargó de limpiarme las heridas. Después la seguí hasta la cocina. Cogió un plato del armario y me lo entregó.

-Tíralo al suelo.- le hice caso. El plato estalló y se hizo añicos-. Ahora recoge los trozos y pégalos.- No entendía a dónde quería llegar, pero hice lo que me pedía-. Vuelve a tirarlo al suelo.

Me hizo repetir el proceso un par de veces más, hasta que solo quedaba un pequeño trocito intacto.

-Esto es lo que le ha pasado a Caleb. Poco a poco se fue destrozando, tras cada paliza, tras cada insulto, hasta la última pelea, donde perdió la vida.- me acarició la mano, donde tenía el trozo de plato-. Lo que queda de él ahora son nuestros recuerdos.

Me miró a los ojos. La decepción se había esfumado de su rostro. Ahora su mirada me transmitía confianza, comprensión.

-Caleb era tu mejor amigo. Deja de engañarte, él te importaba y ya no está. No va a volver. Pero el mundo no ha dejado de girar, así que puedes aceptarlo, perdonarte y seguir adelante como él hubiese querido o puedes quedarte estancado en esta espiral de negación. Mira, te regalo una coma, una pausa, párate a pensar qué camino quieres tomar. Decidas el que decidas, lo respetaré, aunque si tomas el segundo, no te puedo prometer que te pueda salvar la próxima vez. Y no pienso quedarme a ver cómo te vas destrozando como este plato.

Miré a mi hermana con mis ojos llorosos. Tenía razón. No podía seguir engañándome…fingiendo que no me importaba nada. Debía seguir adelante por ti. Debía aprovechar mi oportunidad, porque tú ya no podías. Asentí con la cabeza para que mi hermana supiese que lo iba a pensar. Me encerré en mi habitación y puse la canción. Empezó a sonar la melodía por mi móvil y llegó la letra:

                                     I know I took the path that you would never want for me

Era nuestra canción, y ahora más que nunca nos describía a la perfección. Yo era el idiota que había escogido el camino equivocado y tú eras mi ángel de la guarda. Caleb, sé que te he decepcionado de muchas maneras, pero ahora te prometo que lo voy a hacer bien. Por ti.

Al terminar la canción salí de mi habitación para decirle a mi hermana que había decidido seguir adelante. Que, si el mundo giraba, yo giraría también, aunque no girase con Caleb.

Ante mí unos trece ojitos me miraban expectantes. Sí, eran trece porque Vito había perdido un ojo en un accidente cuando era más pequeño.

-¿Y cómo termina la historia, entrenador Dante?

-La historia, Matilde, aún no ha terminado.

Como ves, querido Caleb, cambié de vida. Dejé de ser D para la gente y empecé a ser Dante, tu amigo Dante. Al terminar el instituto me saqué el título de entrenador personal y ahora trabajo enseñando defensa a jóvenes, pero que conste, que te veo venir amigo mío, que no les incito a la violencia, tan solo trato de evitar que mueran inocentes en vano, y, si sabiendo defenderse, pueden vivir sin miedo, habré logrado mi objetivo.


Volver