Cuando piensas en lo ocurrido sientes ganas de llorar, o paralizas el recuerdo porque no quieres ponerte mal o te sientes bloqueado, como vacío por dentro o frío.
Sientes ganas de llorar a menudo. Estás triste e irritable, tienes dolores frecuentes de cabeza o estómago, te notas sensible y vulnerable a la crítica, al rechazo y al fracaso. Sientes que no vas a ponerte bien nunca.
Hace tiempo que no hablas de tus cosas en casa. Puede que haya conflictos y nadie esté dispuesto a escuchar o ya no hablas porque sabes que no te van a escuchar o ya no sirve para nada.